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Las organizaciones tienen registrados determinados nombres comerciales, algunos con limitaciones a determinados grupos terapéuticos y otros sin ningún tipo de restricción. Ahora bien, considerando que estos registros no son infinitos, ¿Que ocurre cuando se decide lanzar determinada molécula y no se encuentra una marca que se asocie al principio activo ni a su indicación? Es ahí cuando aparecen los nombres de fantasía.

Al elegir una marca de este tipo, cualquiera sea la característica del producto, es más importante que nunca recordar los enunciados básicos sobre el nombre: debe ser corto y debe diferenciarse de la competencia. Asimismo, es importante que sea fácil de leer, de escribir y de pronunciar.

Observemos algunos casos emblemáticos. Midax, la marca líder de Gador en el segmento de la olanzapina (antipsicótico), no guarda ninguna relación con la molécula ni con la patología. Sin embargo, cumple con todos los requisitos: es corta y fácil de leer y pronunciar. Otras marcas exitosas que transitaron caminos similares son Atenix de Raffo (sertralina, un antidepresivo), Tafirol de Genomma (paracetamol, un analgésico) y Oxa de Beta (diclofenac, un antiinflamatorio).

Las marcas de los laboratorios multinacionales merecen un párrafo aparte. Las mismas suelen ser de fantasía porque son productos que se comercializan a nivel mundial, donde se abordan multitud de mercados y distintos entornos culturales. Es por ello que estas compañías emplean una estrategia global, en donde los nombres deben sortear las barreras idiomáticas de la forma más eficaz posible. Esto significa que la marca se debe poder leer fácilmente en distintas lenguas y no debe tener connotaciones negativas (hemos visto el caso de la vareniclina de Pfizer). Algunos ejemplos clásicos de marcas mundiales de fantasía son Viagra, Rivotril, Voltaren, Prozac, entre tantas otras.

Singular fue la estrategia de Roemmers, que utilizó marcas de fantasía para distintas moléculas pero generó un patrón común para varias de ellas: que terminen con las letras A y L: Lotrial (enalapril), Taural (rantidina) y Sertal (propinox), sumadas a 3 marcas relacionadas con las drogas como Amoxidal (amoxicilina), Lanzopral (lansoprazol) y Dexopral (dexlansoprazol). También está el caso de Beta que tiene predilección por la letra X en sus nombres de fantasía: Oxa, Praxol (pridinol), Doxaline (duloxetina), Taxus (calcio), Siblix (aripiprazol), entre otras. Finalmente, está el caso de Montpellier, que denominó a dos de sus productos más exitosos con siglas: DBI (metformina) y T4 (levotiroxina).

En definitiva, las marcas de fantasía son habituales y son un recurso al que apelan los laboratorios cuando no aparecen otras opciones en su registro. Pero es importante señalar que este tipo de nombres suelen funcionar en el mercado ético pero no tanto en el mercado de venta libre, donde es imperioso asociar la marca a la patología.

Gregorio Zidar

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