La competitividad nacional
Michael Porter examina en este libro que lo que hace que las empresas e industrias de un país sean competitivas a nivel mundial, impulsando de esta manera toda la economía de una nación. La competitividad nacional se ha convertido en una de las principales preocupaciones de los gobiernos y de las industrias en todo el mundo. Sin embargo, a pesar de toda la discusión, debate y escritura sobre el tema, todavía no existe una teoría persuasiva que explique la competitividad nacional. Es más, ni siquiera existe una definición aceptada del término «competitividad» aplicado a un país. Si bien la noción de empresa competitiva es clara, la noción de nación competitiva no lo es.
La eterna pregunta
¿Por qué algunas naciones tienen éxito y otras fracasan en la competencia internacional? Las respuestas típicas son porque el país posee enormes recursos naturales, por su mano de obra abundante y barata o por fenómenos macroeconómicos puntuales como la manipulación (devaluación exagerada) de su moneda. Pero todas estas respuestas son, de mínima, contradictorias y en muchos casos, equivocadas.
Argentina y Venezuela fueron “bendecidos” por la naturaleza y se caracterizan por múltiples recursos naturales (el campo en nuestro caso y el petróleo en el país bolivariano). Sin embargo, sus economías están al borde del colapso. Por otro lado, Alemania y Japón tienen recursos limitados. Los teutones carecen de fuentes de energía, (cuestión evidenciad a raíz del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania), perdieron 2 guerras mundiales, pero experimentaron un verdadero milagro y hoy su economía es la locomotora de toda la Unión Europea. Más evidente es el caso del país oriental, ya que 2/3 de su pequeño territorio son montañas, sufrieron las consecuencias devastadoras de 2 bombas atómicas y diversas catástrofes naturales. Hoy Japón es la tercera potencia mundial.
Algunos consideran que la competitividad nacional es un fenómeno macroeconómico, impulsado por variables como los tipos de cambio, los tipos de interés y los déficits públicos. Pero Japón, Italia y Corea del Sur han disfrutado de un nivel de vida en rápido aumento a pesar de los déficits presupuestarios; Alemania y Suiza a pesar de la apreciación de las divisas; e Italia y Corea a pesar de los altos tipos de interés.
Otros argumentan que la competitividad es función de la mano de obra barata y abundante. Pero Alemania, Suiza y Suecia han prosperado incluso con salarios elevados y escasez de mano de obra. Además, ¿no debería una nación buscar salarios más altos para sus trabajadores como objetivo de competitividad?
Volvamos a insistir con la pregunta: ¿Por qué algunas naciones tienen éxito y otras fracasan en la competencia internacional? La respuesta es por la productividad nacional. Un creciente nivel de vida depende de la capacidad de las firmas de una nación para alcanzar altos niveles de productividad.
La productividad nacional se basa en la educación y en la preparación de los recursos humanos. Es un trabajo que lleva décadas, incluso siglos, pero que a la larga rinde sus frutos.
En definitiva, la prosperidad nacional se crea, no se hereda. No se debe a las dotaciones naturales de un país, sus tipos de interés o el valor de su moneda, como insiste la economía clásica.
El diamante de Porter
Introducción
Argentina es un país en decadencia, hace ya más de medio siglo. Sin embargo, algunas industrias se destacan sobre el resto. Más allá de sectores obvios como el agrícola-ganadero o, en menor medida, el metalúrgico, sumados a gratas apariciones de “unicornios” basados en logística y tecnología (Mercado Libre, Globant, etc.), la industria farmacéutica también es un jugador clave para Argentina.
El sector de la salud es un verdadero orgullo nacional por varias razones. En primer lugar, ha sabido exportar conocimiento a través de figuras como Favaloro o Milstein. Adicionalmente, existen laboratorios como Bagó y Roemmers que son verdaderas compañías multinacionales (hay muy pocas en Argentina). Y también es importante remarcar los logros del Grupo Insud (a través de Hugo Sigman), que compite en biotecnología de iguala a igual con los gigantes mundiales.
La ventaja competitiva se crea y mantiene mediante un proceso altamente localizado. Las diferencias en los valores nacionales, la cultura, las estructuras económicas, las instituciones y las historias contribuyen al éxito competitivo. Hay diferencias notables en los patrones de competitividad de todos los países; ninguna nación puede o será competitiva en todas o incluso en la mayoría de las industrias. En última instancia, los países tienen éxito en determinadas industrias porque su entorno doméstico es el más progresista, dinámico y desafiante. Pero hay una condición que es indispensable y común a cualquier industria y nación: la innovación.
La innovación
Los laboratorios argentinos han logrado una ventaja competitiva mediante actos de innovación, ya que abordan la misma en su sentido amplio, incluidas las nuevas tecnologías y las nuevas formas de hacer las cosas.
La innovación puede manifestarse en un nuevo diseño de producto (el Dolo Asotrex de Raffo), en un nuevo proceso de producción, en un nuevo enfoque de marketing o en una nueva forma de impartir formación. Por ejemplo, el abordaje a comunidad médica por parte de la fuerza de ventas de los laboratorios locales hace una gran diferencia respecto de los extranjeros. Gran parte de la innovación es mundana e incremental, y depende más de una acumulación de pequeños conocimientos y avances que de un único e importante avance tecnológico. A menudo se trata de ideas que ni siquiera son «nuevas», ideas que han existido pero que nunca se han perseguido vigorosamente. En esta materia, los argentinos somos expertos.
Salvo pocas excepciones, la innovación es el resultado de un esfuerzo inusual. El laboratorio argentino que implementa con éxito una forma nueva o mejor de competir sigue su enfoque con determinación tenaz, a menudo frente a duras críticas y obstáculos difíciles. De hecho, para tener éxito, la innovación suele requerir presión, necesidad e incluso adversidad: el miedo a perder suele ser más poderoso que la esperanza de ganar, sobre todo en Argentina.
La innovación y el cambio están inextricablemente unidos. El cambio es un acto antinatural; fuerzas poderosas están trabajando para evitarlo y derrotarlo. Pero cualquier persona que haya trabajado en nuestro país, es un experto en el manejo de los continuos cambios que requieren las nuevas realidades. Una vez que se acertó en la estrategia adecuada, pareciera que la misma adquiere un aura de invencibilidad y se arraiga en la cultura del laboratorio.
El diamante
¿Por qué un país alcanza el éxito en un sector particular (Alemania con el sector automotriz o Estados Unidos con la industria aérea)? La respuesta se halla en 4 atributos genéricos de una nación que conforman el entorno en que han de competir las organizaciones locales y que fomenta o entorpece la creación de la ventaja competitiva.
La competitividad de un país depende de la capacidad de su industria para innovar y mejorar. Las empresas obtienen ventaja frente a los mejores competidores del mundo debido a la presión y al desafío. Se benefician de tener fuertes rivales nacionales, proveedores domésticos agresivos y clientes locales exigentes.
La figura es comúnmente llamada el “diamante de Porter”, por la forma que representa.
Gregorio Zidar (hijo)
La nota sigue en:
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