Historia de la industria farmacéutica
Inicios
En tiempos de pandemia, la humanidad vive horas dramáticas. La esperanza está depositada en una vacuna o en algún medicamento milagroso. Todos los reflectores apuntan a la industria farmacéutica. Por eso es un buen momento para hacer un repaso de su historia ¡Que difícil resumir tantos años de hazañas y logros en unas pocas líneas!
Todo comenzó a principios del siglo XIX, a partir de una serie de actividades relacionadas con la obtención de sustancias utilizadas en medicina. Los boticarios, químicos e incluso los propietarios de herbolarios obtenían partes secas de diversas plantas, que se compraban a los especieros. Por otro lado, los productos químicos sencillos y los minerales se adquirían a comerciantes de aceites y gomas.
Los boticarios fabricaban diversos preparados con extractos, tinturas, mezclas, lociones, pomadas o píldoras. Algunos profesionales los elaboraban para uso propio uso y el excedente se vendía a granel.
Algunas medicinas, como las preparadas a partir de la quina, la belladona o del opio, eran realmente útiles, pero su actividad presentaba variaciones considerables. En 1820, el químico francés Joseph Pelleterier preparó el alcaloide activo de la corteza de la quina y lo llamó quinina. Después de este éxito, aisló diversos alcaloides más, entre ellos la atropina y la estricnina. Su trabajo y el de otros investigadores hizo posible normalizar diversas medicinas y extrajo de forma comercial sus principios activos.
Una de las primeras farmacias que extrajo alcaloides puros en cantidades comerciales fue T.H. Smith Ltd. en Edimburgo, Escocia. Pronto los detalles de las pruebas químicas fueron difundidos en las farmacopeas, lo cual obligó a los fabricantes a establecer sus propios laboratorios.
Los productos químicos extraídos de plantas o animales se conocían como orgánicos, en contraposición a los compuestos inorgánicos derivados de otras fuentes; se creía que los primeros sólo podían ser producidos por los organismos vivos, de ahí su nombre. No obstante, en 1828, el químico alemán Friedrich Wöhler calentó un compuesto inorgánico, el cianato de amonio, y consiguió producir urea, que anteriormente sólo se había conseguido aislar a partir de la orina. Este hallazgo revolucionario hizo que se intentaran sintetizar otros compuestos orgánicos.
El papel de Alemania
Pocos países en el mundo han tenido una influencia tan decisiva en el desarrollo moderno de la humanidad como Alemania. Su rol en el desarrollo de la industria farmacéutica fue clave y ese protagonismo aún perdura en la actualidad.
El primer fármaco sintético fue la acetofenidina, comercializada en 1885 como analgésico por la empresa Bayer, bajo la marca Phenacetin. El paracetamol derivó posteriormente de aquel compuesto.
La verdadera revolución se daría en 1899, cuando se empezó a comercializar el ácido acetilsalicílico, sintetizado de forma pura por el doctor Felix Hoffmann . Esta molécula se hizo conocida en todo el mundo bajo la marca Aspirina, propiedad de Bayer. Supuso un tratamiento nuevo y eficaz para los dolores reumáticos. A partir de estos primeros comienzos, el laboratorio creció hasta convertirse en la gigantesca empresa que es hoy.
Por otro lado, el primer principio activo que curó una enfermedad infecciosa que causaba una gran mortalidad fue la ‘bala mágica’ del bacteriólogo alemán Paul Ehrlich, quien estaba convencido que el arsénico era clave para curar la sífilis. En 1910, fabricó la arsfenamina, que restablecía plenamente a los ratones infectados en las pruebas de laboratorio. La empresa química Höchst AG comenzó a vender el fármaco en varios países, bajo el nombre comercial de Salvarsán. La arsfenamina fue la primera “bala mágica” y significó la introducción a la quimioterapia.
La Primera Guerra Mundial marcó un punto de inflexión en la historia de la incipiente industria farmacéutica ya que interrumpió los suministros de productos químicos alemanes (y también suizos) a Gran Bretaña y Estados Unidos, lo cual estimuló las actividades de investigación y desarrollo en estos países.
Alexander Fleming
En 1928, Alexander Fleming marcó un momento bisagra en la historia de la medicina al descubrir la penicilina. El científico británico sugirió que podría usarse para tratar determinadas infecciones bacterianas. No obstante, este uso no se consideró seriamente hasta 1940, cuando Howard Florey y Ernst Chain consiguieron producir y presentar la penicilina en una forma utilizable. Una serie de empresas del Reino Unido empezaron a fabricarla, pero las cantidades producidas eran insuficientes, por lo cual Florey se desplazó a Estados Unidos para convencer a las compañías farmacéuticas de que fabricaran este fármaco. La empresa Pfizer producía ácido cítrico mediante la fermentación de melazas. Después de muchas investigaciones adaptó tal proceso para producir penicilina.
Sir Alexander Fleming en un sello de las Islas Feroe
Tras la guerra, la penicilina pasó a estar disponible en todo el mundo, y a precios accesibles, entre otras cosas porque al ser un producto de la naturaleza no podía ser patentado. Pronto se descubrieron otras sustancias activas contra infecciones muy diversas, que se denominaron colectivamente antibióticos.
El presente
La globalización, la ciencia y la tecnología han logrado avances determinantes en la historia de la medicina. Desde el descubrimiento de la insulina, pasando por las primeras vacunas y hasta llegar a la biotecnología, el camino ha sido largo y sinuoso. El resultado ha sido contundente: la expectativa de vida de la población se ha prolongado notablemente y hoy se disponen de múltiples recursos para enfrentar a todos los desafíos que presenta el siglo XXI.
Gregorio Zidar