Radiografía del sector
Presentación
Es imposible entender el marketing farmacéutico sin comprender el marco en el que opera: la industria farmacéutica, o como algunos les gusta denominarla, la industria de la salud y el bienestar.
El concepto de la industria de la salud sea quizás más genérico, e incluso más teorético. Su función esencial es vender eficacia y seguridad, que se traduce en varios beneficios: alivio sintomático (un antigripal) y/o curación objetiva (un antibiótico), otorgando precios accesibles y productos de fácil administración. Todo esto redunda en una mayor calidad de vida para el paciente.
En este sentido, la industria de la salud incluye no sólo los medicamentos clásicos, sino también suplementos dietarios, elementos de protección (rodilleras, musleras, vendas), productos de higiene (como el alcohol en gel o los hisopos), preparados naturales a base de hierbas, entre tantos otros.
Al mismo tiempo, la naturaleza misma de los medicamentos como bienes asociados estrechamente con la salud y aún, en ciertos casos, con las posibilidades de supervivencia de las personas, llama necesariamente a considerar a la configuración y evolución de los respectivos mercados desde una perspectiva humana y social, como elementos que condicionan de manera relevante el bienestar individual y colectivo. Así, se entiende que los medicamentos y el acceso a servicios de salud sean tratados como «bienes meritorios», cuya disponibilidad adecuada para el conjunto de la población, independientemente de su nivel de ingreso, constituye una responsabilidad social cuyo cumplimiento interpela a las políticas públicas.
Por otro lado, el sector farmacéutico se dedicada esencialmente a la fabricación, preparación y comercialización de productos químicos medicinales para el tratamiento y prevención de las enfermedades. Debido a que su actividad afecta directamente a la salud humana, esta industria está sujeta a una gran variedad de leyes y reglamentos con respecto a las investigaciones, patentes, pruebas y comercialización de los fármacos.
La mayoría de los países conceden patentes para los medicamentos o fármacos recientemente desarrollados o modificados, por periodos de unos 20 años a partir de la fecha de autorización. Las compañías asignan una marca registrada a sus innovaciones, que pasan a ser de su propiedad exclusiva. Una vez que expira la patente, cualquier empresa que cumpla las normas del organismo regulador puede fabricar y vender productos con el nombre genérico. En realidad, la industria farmacéutica es la principal impulsora de la extensión del sistema de patentes, y ha presionado a los países en desarrollo para hacerles seguir este sistema.
La complejidad del sector
Entender en profundidad el funcionamiento del sector farmacéutico argentino es realmente complejo, no sólo por tratarse de productos que el común de la gente desconoce, sino también por la cantidad de actores involucrados, la cadena de distribución, el circuito de financiamiento y el rol del Estado.
La provisión y demanda de medicamentos tienen rasgos particulares, donde interactúan múltiples actores. Por un lado, están los agentes del sistema de salud, tanto los financiadores (obras sociales y prepagas) como los efectores de salud (hospitales y sanatorios), y por otro, el papel de los gobiernos, que ejercen una activa influencia de políticas y regulaciones como las que definen el financiamiento de los medicamentos, los controles de calidad y una estricta vigilancia sobre los precios.
Adicionalmente, están los laboratorios, que poseen un carácter típicamente desconcentrado y poblado de diversas firmas (en tamaño, nacionalidades y estrategias). Los mismos interactúan con distribuidoras, droguerías y farmacias. Estas últimas son parte de un sector netamente fragmentado que interactúa con los agentes del seguro de salud.
Y no hay que olvidarse del paciente, que está cada vez más empoderado. Todas estas características le confieren al mercado de estos bienes características propias, que distan mucho de corresponderse con los esquemas simples de producción, intercambio y consumo de otras industrias.
Por otro lado, el comportamiento del sector está definido tanto por sus características singulares como por el contexto general de la economía de la cual se trate: este efecto del entorno es particularmente fuerte en un caso como el de la Argentina, dados los marcados vaivenes de las políticas y del desempeño económico.
Tecnología y mano de obra calificada
El sector, tecnológicamente muy adelantado, da ocupación a muchos licenciados universitarios, como farmacéuticos, microbiólogos, biólogos, bioquímicos, ingenieros, químicos, farmacólogos, médicos y físicos , así como diplomados en enfermería. Estos profesionales trabajan en investigación y desarrollo (I+D), producción, control de calidad, marketing, representación médica, relaciones públicas o administración general. Es por ello que la industria se caracteriza por pagar salarios altos, en definitiva, está reconociendo la capacitación que se requiere para afrontar enormes desafíos.
El sector emplea tecnología muy sofisticada. La producción de un ibuprofeno en comprimidos es sencilla, pero fabricar un anticuerpo monoclonal, una lapicera prellenada de insulina o una vacuna contra el Covid 19, requiere de instalaciones y máquinas de última generación.
La mano de obra altamente calificada, aunada a la tecnología de punta, son dos características inequívocas de la industria farmacéutica, comparables con muy pocos sectores, como la fabricación de aviones o el sector del software.
El sector mundial
La industria de la salud, como en casi todos los sectores, puede dividirse en 2: países híper desarrollados (en especial Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Suiza y Alemania) y en vías de desarrollo. La diferencia entre ambos casos es abismal, y quizás se pueda resumir en una característica distintiva: I + D (investigación y desarrollo).
En el sector farmacéutico las grandes innovaciones se realizan en los países desarrollados. En estos casos existe una fuerza autónoma que lleva a las empresas grandes que compiten en el campo farmacológico a explorar nuevas vetas de innovación en la biología molecular, biotecnología e ingeniería genética. Estas investigaciones son realizadas conjuntamente por compañías, universidades y entes gubernamentales. Dado el elevado riesgo de los procesos de investigación y el prolongado tiempo de maduración de la inversión en tecnología, el apoyo y financiamiento estatales juegan un rol estratégico en el desarrollo industrial.
Las inversiones para desarrollar nuevos fármacos conllevan miles de millones de dólares. Los laboratorios de mayor envergadura dictan las reglas de juego. Como ya señalamos, el nuevo escenario mundial está virando a la investigación de medicamentos de alto costo (en especial los productos biotecnológicos, con los anticuerpos monoclonales a la cabeza). Los esfuerzos se concentran en esta área por 2 razones, una tan válida como la otra: (1) se curan o tratan enfermedades graves (y “huérfanas) que salvan muchas vidas o mejoran la calidad de vida, y (2) el rédito económico es mayor que en un medicamento tradicional.
En las últimas décadas, con el desarrollo de la biotecnología, se produjeron importantes cambios cualitativos y científicos en el paradigma de investigación sobre drogas. Esta nueva metodología ha sido compleja, larga y riesgosa aumentando el período de gestación de las innovaciones.
La década de 1990 estuvo signada por numerosas alianzas, fusiones y adquisiciones, que contribuyeron a la consolidación, concentración e internacionalización del sector. Asimismo, la industria farmacéutica tuvo un desarrollo muy veloz debido en gran parte, a la aparición de nuevas drogas para el tratamiento del sistema nervioso central, retrovirales y tratamientos para enfermedades específicas como el cáncer.
En Estados Unidos, la meca de la industria farmacéutica, se destacan Bristol-Myers Squib, Abbott, Eli Lilly, Johnson & Johnson, Merck Sharp & Dohme y Pfizer (además de firmas biotecnológicas como Amgen o AbbVie).
En el viejo continente, Novartis y Roche son grandes impulsores de la economía helvética, mientras que lo propio ocurre en el Reino Unido con GlaxoSmithKline y AstraZeneca. En Alemania, se destacan Bayer y Boehringer Ingelheim. Sanofi (de origen francés) es también un referente mundial.
Es cierto que ninguna de estas compañías posee una capitalización bursátil del tamaño de Apple, Amazon o Microsoft, pero en su conjunto representan un porcentaje importante del PBI mundial.
La industria en Argentina
En países periféricos como Argentina, Brasil y México, hubo una incipiente expansión farmacéutica en la década de 1920 y 1930. En dicho período, la elaboración de productos biológicos, vacunas, sueros y algunas materias primas básicas como hormonas derivadas de la producción agrícola y ganadera y de productos naturales, comenzó a desarrollarse a gran escala. Como ilustración se puede resaltar que la producción de insulina en la Argentina se inició en 1924, poco después que en los Estados Unidos. Típicamente, los laboratorios de estos países utilizan materias primas claves de origen importado y realizan una escasa actividad de investigación y desarrollo.
Yendo concretamente a la Argentina, el objetivo es revelar sus rasgos estructurales. Nos encontramos con un mercado competitivo y atomizado. Existen más de 300 laboratorios, pero el líder Roemmers captura tan sólo el 9% del mismo. Bagó, Elea, Casasco, Baliarda, Montpellier, Gador y Raffo están entre las empresas más importantes.
Argentina es un caso único en el mundo por la particularidad que los laboratorios locales venden más unidades que los extranjeros. Pero lo importante aquí es tratar de explicar la causa de este fenómeno. En rigor de verdad, es un fenómeno multicausal ya que existen varias razones.
En primer lugar, la mano de obra es altamente calificada. Nuestro país ha formado grandes médicos (Favaloro) y acreedores del premio Nobel (Houssay, Milstein, Leloir). El alto nivel de conocimiento científico en biociencia se refleja en la capacidad del sector público y de los organismos nacionales de generar innovaciones en los primeros avances en biotecnología. Los mismos se desarrollaron en el Instituto de Microbiología Carlos Malbrán y posteriormente del Laboratorio estatal de Hemoderivados de Córdoba. Por ejemplo, el interferón comenzó a producirse “artesanalmente” en la empresa Inmonoquemia formada por investigadores del CONICET y el Instituto Roffo de la Universidad de Buenos Aires.
El Grupo Insud es otra evidencia concreta de la mano de obra calificada. Junto con Elea y Chemo integra un consorcio público-privado para el desarrollo y la producción de anticuerpos monoclonales para uso terapéutico. El consorcio incluye a instituciones públicas de primer nivel, como el laboratorio de Oncología Molecular de la Universidad Nacional de Quilmes y el Centro de Biotecnología del INTI. El apoyo del Fondo Sectorial de Biotecnología del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva fue una pieza esencial para tamaño logro.
En segundo término, los empresarios están muy comprometidos con la industria. Gran parte de los laboratorios locales son familiares y esto genera una continua inversión e innovación para que el apellido trascienda generaciones.
Existen varias razones más, como un sistema de salud que funciona relativamente bien dentro del contexto inestable del país. Además, la calidad de los medicamentos es excelente, y queda certificada por un organismo de prestigio como la ANMAT (acrónimo de Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología). Pero quizás un tema central que explica el fenómeno radique en la fuerza de ventas, que entienden perfectamente cómo funciona el consultorio médico y las farmacias, aventajando en este aspecto a las multinacionales.
La industria farmacéutica genera cientos de miles de empleos directos e indirectos, tiene una balanza comercial positiva (aporta divisas) y goza de un prestigio que se nota con tan solo cruzar las fronteras del país.
Un ejemplo concreto se manifiesta en las plantas fabriles, que en los últimos lustros han tendido a incorporar tecnología a nivel del estado del arte internacional en las áreas de producto y gestión y, en menor medida, también a nivel de procesos. Desde el punto de vista de su eficiencia operativa, las plantas poseen una gran performance con sus similares brasileñas y también, aunque en menor medida, con las «de punta» a nivel internacional.
Otro ejemplo se da con las actividades de I+D. Si bien muchas innovaciones están basadas en mejoras o adaptaciones de productos y procesos existentes, la inversión en este rubro es considerable para un país como Argentina. Quizás para algunos estos cambios tecnológicos no constituyen actividades de I+D, de acuerdo a cómo ésta es definida con propósitos estadísticos, pero esto no opaca el esfuerzo y la innovación nacional. De hecho, el sendero de desarrollo tecnológico en el proceso de industrialización de Argentina, como en otros países de América Latina, se ha basado fundamentalmente en innovaciones «menores» o «incrementales», tal como las denominó el especialista en economía industrial Jorge Katz, haciendo referencia a aquellos avances tecnológicos que surgen mediante el proceso de aprendizaje o learning by doing. En otras palabras, en el sector farmacéutico local, no se crean nuevas moléculas, pero se reproducen eficientemente las existentes.
Un número vale más que mil palabras
Si bien el objetivo de este libro no es analizar números, vale la pena compartir algunos para dimensionar a la industria farmacéutica local y mundial.
En Argentina se comercializan más de 700 millones de unidades anuales (medicamentos éticos y OTC, sin considerar los productos biotecnológicos). Esto representa aproximadamente 4000 millones de dólares (depende del tipo de cambio que se tome).
Dentro de los 20 productos éticos más exitosos, 4 pertenecen a Roemmers (Lotrial, Losacor, Sertal y Amoxidal/Optamox). También se destacan DBI y T4 (Montpellier), Ulcozol (Bagó), Alplax (Gador) y Clonagin (Baliarda), entre otros. El mundo OTC es dominado por Actron (Bayer), Ibupirac (Pfizer) y Tafirol (Genomma).
Para dimensionar lo que es el mercado norteamericano basta con citar un caso: Lipitor. Este producto de Pfizer llegó a facturar, antes que expire su patente, 8000 millones de dólares en un año solo en Estados Unidos. En otras palabras, un solo producto en un solo país duplicó a toda la industria argentina.
Pero son sin duda los productos biotecnológicos, a través de sus elevados precios, los que han logrado romper con récords impensados tiempo atrás. Tal es el caso de Humira, de AbbVie, que superó la barrera de los 16.000 millones de dólares anuales a nivel mundial.
Gregorio Zidar (hijo)