Introducción

El sistema de salud está definido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como un conjunto de mecanismos a través de los cuales los recursos  humanos y la capacidad instalada se organizan, por medio de un proceso administrativo y de la tecnología médica, para ofrecer prestaciones de salud integrales. Dicha prestación debe ser en cantidad y calidad adecuada para cubrir la demanda de servicios de la comunidad, a un costo compatible con los fondos disponibles. Lamentablemente, esta premisa choca de plano con la realidad mundial: la calidad es insuficiente o bien el costo es muy elevado.

Esta definición en un sentido estricto incluye todas las funciones que el Estado y la sociedad desempeñan en salud, pero en realidad hace alusión a un conjunto de actores y acciones más amplio que el sistema de atención médica. En definitiva, éste está constituido por la suma de todas las organizaciones, instituciones y recursos destinados a promover, mantener y mejorar la salud de la población.

La condición sanitaria de la ciudadanía de un país depende, entre otros factores, del acceso a los servicios médicos, del modelo de prevención y atención de enfermedades empleado y de la arquitectura institucional y las fuentes de financiamiento del sistema.

Orígenes lejanos

El concepto de salud pública empezó a definirse cuando comenzaron a aparecer los primeros procesos industriales, que a su vez, llevaron a la confluencia de congregaciones humanas en torno a asentamientos urbanos. Así fue surgiendo la necesidad de tomar medidas tendientes a procurar el saneamiento de las fuentes de agua, el manejo de basuras o el control de animales domésticos. El objetivo era implementar mecanismos que interrumpieran las cadenas de transmisión de enfermedades contagiosas.

Por ejemplo, la falta de planeación de acueductos, alcantarillados y mecanismos para la disposición de basuras fueron durante mucho tiempo condiciones que favorecieron el flagelo de grandes epidemias en distintas colectividades a lo largo de la historia. Entre tantas otras, podemos citar a la peste negra o bubónica durante la edad media y a la gran epidemia de influenza de 1918.

Fue en Londres, durante la gran epidemia de cólera de 1853, donde se vieron los beneficios de un conjunto de acciones sanitarias, fruto de la observación y análisis de la salud de la colectividad. Así se fueron formulando respuestas sociales organizadas. Durante esta misma época, prosperó el movimiento sanitarista en Inglaterra, donde las personas se levantaron contra el Estado solicitándole que se hiciera cargo de la salud, lo que conllevó a la «Ley de Salud Pública», la cual puede considerarse como la primera legislación estructurada en la materia. La gran revolución industrial trajo enormes progresos económicos y sociales pero también problemas de salud, y había que ocuparse de ellos.

Orígenes cercanos

Ya en siglo XX comienzan a descubrirse los primeros antibióticos y las vacunas que permiten tratar y prevenir varias enfermedades. Es el comienzo de la sistematización del uso de medicamentos.

Con el renacimiento, se industrializa la producción de fármacos y aumenta la expectativa de vida. Empiezan a sobrevivir más personas a la enfermedades materno perinatales, infecciosas y nutricionales. Después de la Segunda Guerra Mundial, se establecen organizaciones multilaterales, entre ellas la OMS y UNICEF.

A medida que empieza a aumentar la esperanza de vida, se evidencia la forma en que distintas enfermedades crónicas requieren otro tipo de abordaje que contemple el cambio en los estilos de vida y la exposición a ambientes nocivos para la salud.

Como siempre, todo comenzó en el viejo continente

La afiliación de los obreros a los sindicatos, ergo a sus obras sociales, tiene un paralelismo directo con las posibilidades de desarrollo industrial de una nación. Esto es lo que ocurre en los países que no solo manejan bien su economía, sino que tienen una clara percepción de la realidad. Fue así como se implantaron dos modelos sanitarios exitosos en Alemania e Inglaterra, precisamente dos países con rasgos claramente capitalistas.

El primero de ellos fue creado por Otto Bismarck en 1883 a raíz de las precarias condiciones de vida que regían en gran parte de Europa occidental. El gobierno comenzó a gestionar los fondos de enfermedad de los sindicatos, y creó el seguro obligatorio de enfermedad para compensar las incapacidades y cubrir los gastos de la atención médica de los obreros.  Fue así como nació la responsabilidad patronal sobre los riesgos laborales de sus trabajadores.

Por otro lado, el esquema británico fue ideado por Beveridge en 1948 bajo la concepción del Estado de “welfare” europeo, en donde el gobierno debía aplicar determinadas políticas sociales que garantizaran el bienestar de los habitantes en aspectos tan vitales como la educación y la salud, sosteniendo el principio de que la atención sanitaria era un derecho de los ciudadanos. A diferencia del modelo alemán, los aportes al sistema se realizaban acorde a los ingresos.

El sistema norteamericano

El esquema pluralista estadounidense se diferencia marcadamente de los europeos. En los últimos años del siglo XIX había pequeños sistemas de seguro para sectores como la minería y la construcción de ferrocarriles. El presidente Theodore Roosevelt fracasó al querer legislar sobre un seguro obligatorio de enfermedad, y entonces se terminó por implantar un modelo sanitario basado en la medicina privada, sostenido por el principio de libre mercado ¡Más norteamericano imposible!

Estados Unidos pregona entonces un mercado de salud similar a su política económica, es decir, regido por las fuerzas de la oferta y la demanda, con una casi nula intervención estatal. De hecho, no se considera la asistencia sanitaria como un servicio público, por lo que el Estado no debe garantizar su prestación a sus 350 millones de habitantes.

Actualidad y futuro

A través de la historia, la salud pública ha conseguido posicionarse como una disciplina que es el resultado de comunidades que alcanzan una construcción social sólida y robusta, donde se evidencia el despliegue de distintas medidas. Entre ellas, podemos destacar la vigilancia y promoción de la salud pública, el desarrollo de políticas y planificación, investigación científica y atención a emergencias y desastres.

Pese a las reformas sanitarias de las últimas décadas, no se ha progresado lo suficiente en el desarrollo de sistemas de salud que promuevan mejoras sanitarias colectivas. La pandemia del coronavirus ha puesto de relieve esta situación.

Sin embargo, están surgiendo nuevas oportunidades. La salud sigue figurando en un lugar destacado en la agenda de desarrollo internacional, y se empieza a disponer de nuevos fondos para las actividades sanitarias en los países pobres. La extensión de los contextos favorables a la salud y de una atención de calidad a todo el mundo debe constituir el principal imperativo de los sistemas de salud.

Gregorio Zidar (hijo)

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